Algún día estuve cansado, tirado y casi muerto en aceras que brillan por la lluvia temprana. Algún día pensé que todo era un condenado sueño y una pesadilla que debía seguir viviendo. Algunas veces deje atrás el sol y me adentre en la lluvia. Alguna vez se me fue la chispa, la gracia y el brillo, solo quedo el resto de estupidez que es hoy mi mente. Solía ver a una chica de cabello demasiado negro a través de un viejo pero resistente vidrio lleno de manchas y huellas digitales (¿acaso no son lo mismo?) en mi cabeza imaginaba un mundo distante junto a ella, una playa oscura invadida por lluvias ligeras mas no mediocres, un lugar especial para sentarnos, una botella sin etiqueta, unos cigarrillos y unas cuantas cervezas que no podían disminuir. Ella va a la par, el alcohol es una distracción, no una necesidad. Estoy lejos de esta maldita ventana, de este trabajo y de un frio que no consuela. Estoy dando tumbos en la imaginación perdida de alguien más y estropeando la posibilidad de conseguir una nueva propuesta. En las noches parecía ofrecerle diapositivas de lugares lejanos, llenos de colores, parecía algo sacado de un viaje de LSD en los años sesenta; ella me decía:
-“estas borracho, detesto los colores vivos”
-“Entonces este es tu lugar”. –decía yo.