domingo, 26 de diciembre de 2010

¿Y qué demonios ves cuando cierras los ojos en la noche? ojala el dolor de mi pecho se sanara con unos cuantos tragos.

Ella se quedo atrapada en la lluvia que a veces expresaban sus ojos en días como este, en el que el cielo no es un límite sino una característica que puedo amar. Caminaba entre acumulaciones de lagrimas; mis dedos eran pequeños pies deformes que la acariciaban tratando de mostrarle que algo mejor tenía que llegar. Hablaba estupideces porque eso es lo mejor que hago, nunca daba falsas esperanzas porque ni siquiera creo en las verdaderas esperanzas; ella tenía ese efecto especial en mí, me sacaba mentiras que ni yo mismo creía solo para divertirse. En las mañanas dejaba mi atención en las grietas del techo, mi imaginación volaba y sus lágrimas corrían una vez más por la piel suave que adornaba el entorno de sus ojos.

Ella se quedo atrapada en la lluvia porque quiso, porque no le di suficiente espacio para volar y ambos sabíamos que la lluvia daba más. La lluvia aunque se estrelle con sus gotas kamikazes es constante cuando quiere, es fuerte cuando se le antoja y puede variar su temperamento. Puede ser que la lluvia se parezca a mí, que a veces deje todo tirado y no aparezca o que lo haga a medias, que tire algunas gotas, solo asusta.

Ella se quedo atrapada en la lluvia porque esto no se trata de mí, sino de ella. Porque el que entendió que era sobre mí, lo entendió mal. A ella le luce ese aspecto porque en su rostro se dibujan pequeñas lluvias que hacen morir el estado de su alma. Como si entendiera que ese mal recuerdo debe largarse y ocupar esta posición su sonrisa que al contrario del sol es sincera. Con algunos de sus rasgos no me atrevo a especificar; puedo describir la estupidez de un grupo, la mía, pero en ella prefiero reservar algunos gestos solo para mi, algunas miradas, algunos suspiros, algunos brillos, algunas formas que se deben a lo que inspiro en mi.

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