martes, 12 de abril de 2011
Pagina 139
En un momento me decidí por la fría brisa de su aliento, era demasiado tarde para convocar a una reunión, era el momento preciso para decir adiós desde un tren marcha. Con dos días de anticipación vi el futuro, me vi sumergido en pasos sin rumbo, vi su expresión llena de lágrimas que tristemente reflejaban su corazón, directo hacia mí. Porque es durante la época de invierno que mejor escucho, porque es allí donde en realidad deberían darme consejos, porque el invierno me sienta, me hace ver bien, me esconde de los idiotas que caminan en verano orgullosos de sus ridículas camisas hawaianas, de sus estúpidas gafas de sol y de sus cócteles caros e insípidos. Dormí hasta donde pude pero el verano no pasaba, solo se quedaba allí estancado como esas lágrimas que no se dejan caer de las paredes de mi gastado corazón. Pude establecerme en otro lugar, pero tenía que ser este. Ayer el día fue más lento, mis oraciones poco vagas y la calle soltaba menos olor a gente. Eran las 4 de la tarde y el sol se oculto por una hermosa nube de lluvia. Me gusta el color de esa nube, imagino que de ellas está rodeado el centro de mi corazón. Allí no hay ninguna luz para guiarse más que los rayos que iluminan todo cuando hay tormenta eléctrica. Dormí otros dos días y no avance absolutamente nada. Cuando desperté estaba solo, así que nada había cambiado, cuando desperté la grabadora aun me dejaba escuchar dulces notas que se aferraban a mi tráquea, así que nada había cambiado. Dormir se convirtió en mi última opción, soñar en la desafortunada e inevitable primera.
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