viernes, 15 de julio de 2011

Principio

A mí me cayó la roya cuando volví a tomar café, me dieron las cinco y todo estaba caído en pedazos tan pequeños que me dio pereza una vez más recogerlos. No tenía dolor en el alma porque si alguna vez tuve alma, ella también me abandonó. Eran un grupo de peligrosos entes hambrientos que vieron el escaso cadáver que llevaba en mí ser y decidieron largarse. Ella, mi imaginación y mi alma, en ese orden específico se fueron por esta puerta roja. Primero fue ella porque hay que admitir la derrota y cuando no puedes salvar a alguien es mejor salvarte a ti mismo, por eso se fue. Segundo fue mi imaginación que como la interesada perra que es, se fue tras Ella. Para mi imaginación Ella era un vicio, dejaba los mejores trazos de sus dibujos para pintarla en hermosos paisajes grises, era obvio que se largara cuando ella lo hizo. La tercera en irse fue mi Alma, no lo vi venir la verdad, creí que era como aquellos perritos de taxi que mueven la cabeza, se que un ladrón al menos respetaría eso y no se lo llevaría. Las tres deben dedicarse a hablar de cosas varias, si el tema surge (el tema siendo yo) todas pueden sonreír. A mí me cayó la roya cuando el humo del cigarrillo no fue suficiente para nublar los pensamientos de los estúpidos mosquitos a mí alrededor. Ya no son mías porque Ella se las llevo, no tengo dinero para el taxi, ni ganas de caminar desde el lugar donde todo quedo tirado. No tengo monedas para llamar, ni el numero de alguien grabado en la cabeza. No son ni las 8 de la noche.

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